EL TEATRO RENACENTISTA
En la Edad Media las manifestaciones teatrales estaban ligadas a festividades religiosas, como Navidad y Semana Santa. Acontecimientos como el nacimiento de Jesús, la adoración de los Magos o la Pasión son objeto de numerosas dramatizaciones.
En el siglo XVI pervive esa línea de teatro religioso, pero junto a él cobra importancia un teatro de tema profano, representado por autores como Torres Naharro o Gil Vicente.
Hacia mediados de siglo, el sevillano Lope de Rueda crea unas piezas breves de carácter humorístico, destinadas a representarse entre actos o intercaladas en la comedia principal cuando la acción decaía. Estas piezas se denominan pasos o entremeses y tuvieron tanto éxito de público que el género se extendió y fue cultivado por otros autores, entre ellos el propio Cervantes.
UNA NUEVA FÓRMULA TEATRAL
Hasta finales del siglo XVI, el teatro tenía por finalidad proporcionar una enseñanza: en frase de Horacio, mezclar lo útil (enseñanza) con lo dulce (la obra). Frente a esta concepción, Lope de Vega defendía que el teatro debía tener como fin deleitar al público. Él mismo expresa así esta idea:
… como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.
Por este motivo, Lope de Vega prescinde en sus obras de las normas clásicas, que exigían, por ejemplo una tajante distinción entre tragedia y comedia, y crea una fórmula teatral nueva que más tarde se llamaría teatro nacional.
Los rasgos fundamentales que caracterizan al teatro nacional son los siguientes:
• Mezcla de lo trágico y lo cómico en la misma obra. En las obras serias, por ejemplo, aparece la figura del gracioso, un personaje cómico que actúa como contrapeso.
• Ruptura de las unidades de tiempo y lugar. En las obras de Lope la acción dramática abarca varios días y se desarrolla en varios lugares, en contra de las normas clásicas.
• Métrica variable (o polimetría). La métrica se adecua a las situaciones, siguiendo la tradición poética que había establecido los temas, motivos y subgéneros apropiados para cada estrofa.
Las décimas son buenas para quejas;
el soneto está bien en los que aguardan;
las relaciones piden los romances,
aunque en octavas lucen por extremo.
Son los tercetos para cosas graves
y, para las de amor, las redondillas.
La nueva fórmula teatral de Lope de Vega fue seguida por otros dramaturgos barrocos, de entre ellos destacamos a dos: Calderón de la Barca y Tirso de Molina. En Europa, Shakespeare y Molière triunfaban.
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