sábado, 17 de marzo de 2012

El teatro renacentista


En el siglo XVI se inicia un período de maduración y de coexistencia de varias formas de teatro que explica el importante desarrollo del género en el siglo siguiente y las fórmulas establecidas posteriormente por Lope de Vega.

Tendencias

Con respecto a los temas, existe un teatro religioso, heredero de la Edad Media y vinculado a la liturgia, y un teatro profano, que tiene entre sus máximos representantes a Lope de Rueda. El teatro profano manifiesta, por un lado, una tendencia clasicista propia del Renacimiento, pero también una búsqueda de otros cauces que se aproximan a los gustos populares. Según el tipo de público y los espacios en los que se desarrolla, el teatro del siglo XVI se puede clasificar en tres grupos fundamentales: el teatro populista, que atiende a los gustos generales de la gente común (representado por el teatro religioso de origen medieval y por la obra de Lope de Rueda); el teatro cortesano, vinculado a un público relacionado con la nobleza (especialmente presente en la primera mitad de siglo con géneros como las églogas), y el teatro erudito, que sigue el modelo clásico grecolatino según las tendencias humanistas. Este último se desarrolla en el ámbito universitario, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XVI. Evolución La primera mitad del siglo XVI se inicia con la publicación de La Celestina. Sin embargo, esta obra constituye un caso aislado y extraño con respecto al panorama teatral de su época. El teatro de estos años se vinculaba a circunstancias concretas de carácter religioso o profano (acontecimientos políticos o cortesanos). La festividad del Corpus, por ejemplo, era un momento típico para la escenificación. Esta se llevaba a cabo sobre carros móviles que se empleaban también en las procesiones. Durante este período, el espacio teatral no es todavía específico: a menudo se representaba en las iglesias, en la calle o en la corte. Las primeras compañías de actores profesionales, que surgen en esta época, no contaban con un lugar propio para la representación, por lo que puede entenderse el primitivo y escaso desarrollo de la escenografía. La segunda mitad de siglo supone una disminución del contenido crítico y satírico de las obras como consecuencia de la Contrarreforma, pero también un aumento de la actividad teatral y una evolución en los espacios escénicos. Esta época da paso a un teatro regular, realizado en lugares creados a propósito para la representación. Junto con la dramatización en palacios o calles, en el último tercio de siglo comienzan a surgir en las ciudades los corrales de comedias, patios traseros de las casas en los que se desarrollaba un teatro de carácter popular. Este espacio será fundamental para comprender la actividad teatral del Barroco y es consecuencia del gran aumento del gusto por este espectáculo. Al principio, los corrales de comedias son rudimentarios, sin excesiva decoración. Los espectadores se separaban según el sexo y la categoría social. Las mujeres se situaban en la cazuela, una zona elevada en el fondo del recinto, y los hombres asistían de pie en la zona central del patio. Durante el siglo XVI, especialmente en las últimas décadas, tendrá una gran importancia la actividad teatral desarrollada en lugares como Sevilla o Valencia, ciudad con especial contacto con la cultura italiana.

Los autores en el siglo XVI

Durante el siglo XVI destacan tres generaciones de autores:

La primera generación está formada por autores aún vinculados con la tradición medieval. Entre ellos sobresalen Juan del Encina, autor de las piezas dramáticas que él denominó églogas (Égloga de Plácida y Victoriano), el portugués Gil Vicente, que escribió en castellano parte de su producción, Lucas Fernández o Bartolomé Torres Naharro.

La obra de este último destaca por presentar una serie de elementos que serán determinantes en el teatro del siglo siguiente. Una de las aportaciones fundamentales de este autor fue la creación del introito o prólogo recitado por un pastor al comienzo de la obra. Esta forma de introducción (denominada posteriormente loa) será muy común en el teatro del siglo XVII. Asimismo, emplea por primera vez la palabra jornada, para designar a cada una de las partes en las que se divide la obra y que sirve de descanso de la representación.

En su obra se trata el tema del honor y los conflictos que este provoca y constituye un antecedente de las comedias de capa y espada posteriores. Ad
emás, introduce los amores del gracioso y la criada de la dama como parodia de los sentimientos de los señores. Dentro de su producción teatral destaca especialmente Soldadesca, una obra de carácter realista que incorpora la figura del fanfarrón.

A la segunda generación pertenece Lope de Rueda y los autores del grupo valenciano que se integran en un ambiente teatral profesionalizado. Este grupo de autores se caracterizan por buscar nuevas vías de experimentación literaria que se alejan de los moldes clasicistas y se aproximan más a los gustos populares, como, por ejemplo, la exageración de los caracteres o la incorporación de argumentos de carácter nacional.

La tercera generación está representada por Juan de la Cueva, que trata fundamentalmente temas históricos y nacionales como en Tragedia de los siete infantes de Lara, La muerte del rey don Sancho y El saco de Roma. Hay que destacar también que, a finales de este siglo, se desarrolla la primera etapa de la actividad teatral de Cervantes.

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